2 de mai. de 2011

El Pais

¿Y si Al Qaeda no existe?


Gran foto, por lo que representa, de Michael Appleton en la web de 'The New York Times'.
La anunciada muerte de Osama bin Laden, sobre quien se han proyectado todos los males y frustraciones de la primera potencia mundial desde las 08.46 de la mañana del 11 de septiembre de 2001, representa una victoria propagandística que va más allá de la muerte física de Osama bin Laden. En un mundo gobernado por la imagen, la muerte del líder de Al QaedaBali, Madrid y Londres. representa un golpe brutal sobre esta y otras organizaciones similares que se beneficiaron de su imagen y su propaganda, y que entienden la lucha política por el asesinato indiscriminado de civiles cuyo único delito es representar un objetivo fácil, como sucedió en

Es un golpe, pero no la derrota final (aún).

Se trata de una victoria de Barack Obama, que en su discurso insiste en su papel de comandante en jefe, y de lo que él representa: un presidente negro nunca aceptado por un amplio sector de la derecha y de la extrema derecha estadounidense, la misma que inició dos guerras en Irak y Afganistán y dilapidó la corriente de simpatía generada tras los atentados de Nueva York y Washington. Diez años después se tiene al objetivo: al hombre más buscado, al icono del Oeste, como lo llamó Bush.


A un terrorista se le aplican métodos antiterroristas, no se hace una guerra, o dos, o una global contra el terror. Es lo que opina gran parte de la izquierda europea y estadounidense. Es lo que opinaba Obama antes de ser presidente. Hoy lo ha demostrado. La anunciada muerte de Bin Laden mata al símbolo, o lo multiplicará, pero no afectará a Al Qaeda, porque dicha organización es una franquicia: como organización no existe. Es lo que defiente este reportaje de la BBC, una tesis extendida:



Este reportaje de la BBC se puede ver completo, en YouTube se presenta en varias partes: la primera; segunda; tercera; cuarta; quinta y sexta.

La muerte de Bin Laden y la primavera árabe (Túnez, Egipto), atrancada ahora en Siria, Yemen y Libia, sobre todo, supone una oportunidad único para encontrar un discurso político entre el neocolonialismo y el terrorismo.

Por: Ramón Lobo

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