El populismo amenaza la zona euro
El alto coste de la ayuda financiera a los países percibidos como despilfarradores y la oleada de inmigración disparan el descontento en la Europa más próspera
JUAN GÓMEZ | Berlín 
El blanco de los populistas en la Europa más próspera tiene  muchos rostros: para empezar, el de los inmigrantes. Están además los  socios del sur, percibidos como manirrotos en constante necesidad de  ayuda. Las oleadas de refugiados de guerra magrebíes en la isla italiana de Lampedusa y las turbulencias en la zona euro han dado alas al populismo de derechas en varios países de Europa.
En los países menos ricos se cree que los recortes se imponen desde el extranjero
El duelo de portadas de la prensa griega y alemana da cuenta del recelo mutuo
Al norte, en el país que encabeza los informes Pisa europeos de  rendimiento escolar, un partido llamado Auténticos Finlandeses (PS) obtuvo el 19% de los votos en las elecciones legislativas del domingo. Basaron su campaña en el rechazo a la inmigración y a las ayudas económicas a Portugal. También en Francia se disparan los apoyos al ultraderechista Frente Nacional (FN),  que se llevó un buen mordisco de los votos del centro-derecha del  presidente Nicolas Sarkozy en las municipales del mes pasado. El éxito  de los populistas finlandeses podría dificultar la estabilización del  euro y encarecer las medidas de rescate de Grecia, Irlanda y Portugal.  Se ahonda la brecha entre los países más prósperos y los más afectados  por la crisis.
En los Países Bajos, el Partido por la Libertad  (PVV) de Geert Wilders es la tercera fuerza parlamentaria, lo mismo que  el PS en Finlandia. En la Unión Europea, también Suecia, Dinamarca,  Letonia, Lituania, Hungría, Eslovaquia, Eslovenia, Bulgaria y Grecia  abrieron sus Parlamentos a partidos de derecha populista.
En  Alemania, que es la primera potencia económica y demográfica de Europa,  el panorama político es a primera vista menos inquietante. Pero se ha  enquistado un hondo descontento por la astronómica participación en los  sucesivos planes de rescate del euro. El sentimiento de haber sido  estafados por las promesas de estabilidad financiera se parece al que  cunde en Finlandia y en los Países Bajos. Mientras, los democristianos  no pierden oportunidad de contradecirse unos a otros sobre si el islam  es parte o no de la sociedad alemana. Paradójicamente a su derecha, el  militante socialdemócrata y exdirectivo del Banco Central alemán  (Bundesbank) Thilo Sarrazin airea en la televisión pública su pánico  racista a la inmigración musulmana.
El mes pasado, todos  celebraron que el Partido Nacionaldemocrático NPD se quedara a las  puertas del Parlamento regional de Sajonia-Anhalt. El partido neonazi,  que es uno de los más radicales de Europa, obtuvo no obstante más apoyos  en Sajonia-Anhalt que el partido liberal FDP, socio de Gobierno de  Angela Merkel en Berlín. Como en Finlandia, llama la atención el bajo  porcentaje de población inmigrante. Solo el 1,8% de los habitantes del länd  oriental es extranjero. La tasa más baja de Alemania. El NPD ocupa,  además, escaños en los Parlamentos regionales de Sajonia y  Mecklemburgo-Pomerania.
Políticamente a años luz del radicalismo  pardo del NPD, los liberales del FDP afectan de vez en cuando ramalazos  euroescépticos y populistas dentro del espectro democrático alemán.  Hundido en las encuestas, recién descabezado y carente de rumbo ante la  imposibilidad de cumplir su promesa electoral de bajar los impuestos, el  FDP ha asumido en los últimos meses el papel de guardián de las  finanzas nacionales. Su avance más reciente fue pedir que el Parlamento  federal alemán (Bundestag) asuma un mayor control sobre las aportaciones  de Alemania a los mecanismos de estabilización del euro. Como medida  adicional para entorpecer los rescates, el FDP pide que también decida  sobre ellos el Banco Central (Bundesbank). No les faltan razones  legales. Pero tienen el ojo puesto en los votantes más descontentos con  el desarrollo de la crisis de deuda europea.
Si los ricos sueñan  con cortar las amarras de una (en Alemania denostada) "Unión de  transferencias" económicas, se extiende entre los peor parados la  sensación de que les están imponiendo unos exorbitados planes de  austeridad desde el extranjero. El duelo de portadas insultantes entre  la prensa alemana y la griega durante la pasada crisis ofreció buenos  ejemplos de ello. En la Cancillería alemana son tan conscientes de este  resquemor que recelan incluso de los encomiásticos titulares que pintan a  Merkel como "la inspectora" del buen hacer financiero de sus socios  sureños. Esta desconfianza mutua ahonda una zanja apenas habitable por  populistas y euroescépticos de uno u otro jaez y de cualquier  procedencia.
Otro asunto candente es la inmigración. Las masas de  refugiados de los conflictos del norte de África han abierto una crisis  en el corazón de Europa. Para evitar que llegaran más refugiados, el  Gobierno francés cerró las fronteras ferroviarias con Italia. Los  italianos reaccionaron con protestas. La crisis afecta a la libre  circulación de personas en la UE.
En Alemania, el socialdemócrata  Thilo Sarrazin se ha convertido en el adalid de los xenófobos. El  neonazi NPD usa una cita de su superventas Alemania se suprime  para su campaña electoral de Berlín. Sarrazin dice que la escasa  inteligencia congénita de muchos inmigrantes los aboca a depender de las  ayudas públicas alemanas. Sus tesis encontraron enorme eco y le  reportaron pingües ganancias. Un reciente informe del Comité de  Integración e Inmigración SVR señala que en los últimos 15 años han  dejado Alemania medio millón de personas más de las que han venido.


 
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